Sucede a menudo que cuando preparo brotes, recuerdo mis años de escuela primaria cuando la maestra nos enseñaba a hacerlos en un vaso con un algodón mojado y semillas de lentejas.
Cada mañana me levantaba para ver si aparecían las primeras raicillas y todavía siento esa emoción de niña maravillada por la aparición de esas pequeñas “cositas” blancas que anunciaban que mi cuidado había tenido éxito.
Hoy ya no soy esa niña y sin embargo sigo teniendo ese asombro cada vez que germina una semilla.
Es maravilloso tener la posibilidad de despertar esa vida latente y lograr transferir su energía vital a nuestro organismo. El milagro de la vida puede sintetizarse entonces en nuestro interior, porque no podemos olvidar que son el único alimento que cuando lo llevamos a la boca ¡está todavía vivo!
A pesar de que pocos alimentos proporcionan al ser humano tanta salud y vitalidad, los brotes y germinados han estado por muchos años relegados al consumo de muy pocos. Tanto que pareciera que se trata de una “novedad” que comienza a difundirse cada vez más.
Podemos decir que hace poco menos de 30 años que los brotes han ganado esta popularidad por el creciente auge del crudivorismo y de la alimentación naturista vegetariana, vegana, macrobiótica, etc.
Sin embargo, la historia nos trae referencias sobre los germinados desde hace siglos.
Veamos…
PRIMERAS REFERENCIAS
Las primeras referencias conocidas provienen de China. Hacia el año 3.000 a.C, el emperador Sheng Nung Pen Tsao recomendaba a su pueblo incluir en la dieta el consumo diario de germinados, sobre todo los derivados de legumbres, acompañados de verduras y frutas variadas. Escribió un libro que más adelante, hacia el 2500 a.C. , fue continuado por Tao Hung King.
Los estudios siguientes señalan las propiedades medicinales de las semillas en estado germinativo, por lo que se deduce que eran utilizados como medicina antes que en preparaciones culinarias.
Técnicas de germinación también se encuentran en los escritos de los esenios, contemporáneos de Cristo, que elaboraban pan con trigo germinado.
Brotes de trigo también formaban parte de la comida de los ejércitos romanos en campaña.
UN POCO MÀS DE HISTORIA…
Saltamos unos cuantos años, en los que sin duda siguieron los estudios, y nos encontramos con la conocidísima Hildegard Von Bingen considerada la madre del naturismo occidental, quien también los recomendaba. Al igual que Mahatma Gandhi.
Pero no podemos dejar de mencionar a la legendaria figura del capitán Cook, quien en el siglo XVIII logró salvar del escorbuto durante tres años a su tripulación. ¿Cómo? Dándoles de beber cada día un té de malta elaborado con semillas germinadas.
Tanto la Primera como la Segunda Guerra Mundial también fueron campos de experimentación del valor medicinal de las semillas germinadas.
A pesar de todas estas experiencias y de la larga historia de Oriente, fue recién a partir de los años 70 que empezaron a despertar mayor interés en Occidente. Hoy podemos aprender a prepararlos o encontrar brotes en negocios especializados o en supermercados.
Estamos armando la historia actual con una mirada hacia el futuro, pero con toda la fuerza del pasado.
Por Lic. Juana Tucci
Directora de IATENA
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